Zarza-Rosa

Este es el cuaderno secreto de una niña llamada Rosa, y también Zarza-Rosa, porque cada nombre tiene su razón y cada razón, su secreto. Por eso este cuaderno se abre con candado, con cuidado y con devoción, como un misal profano o un mapa del tesoro. Incluye cuatro pájaros y un árbol, un pececito de oro, un vecino cojo y una vecina bruja, y un amor sencillo y abisal, dispuesto a llegar al confín de la tierra. Entre estas páginas hay una naranja, flechas trazadas con tiza en la pared, una casa fuera de la ley y una pérdida desoladora. Hay deslumbramiento y desamparo.

Éric Chevillard, uno de los mejores escritores franceses contemporáneos, hace de su niña una vidente, una pequeña sabia, una agudísima y tierna narradora que reflexiona sobre el acto de escritura. Sobre el gesto inevitable de escribir para dejar constancia, como quien lanza una botella al mar, en silencio y a solas. También el mar se incluye en este cuaderno. Se despliega frente a Zarza-Rosa y ella le pide que escuche su plegaria. Este cuaderno habla, en definitiva, de todas esas cosas que no tienen nombre.